The Ting Tings en Can Jordi: un concierto para la memoria
Tal y como habíamos imaginado, lo que ocurrió el jueves en Can Jordi pasará a los anales del establecimiento y de la música en vivo en Ibiza. Todos aquellos que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo, se conmovieron con un concierto espectacular, un sonido impecable y nítido, y la atmósfera incandescente de un establecimiento abarrotado desde horas antes. Lo protagonizaron The Ting Tings, la banda nacida en Manchester en 2007, creada por Katie White y Jules de Martino, que ese mismo año ya logró un éxito mundial con su álbum We Started Nothing y la canción ‘That’s not my name’, que subió rápidamente al número 1 de las listas británicas. En 2010 incluso estuvieron nominados al premio Grammy a la mejor nueva banda.
La jornada empezó pronto, a las 14 horas, cuando apareció por Can Jordi un técnico de sonido con un camión repleto de material e instrumentos, que descargó con el agobio de pensar en cómo iba a encajar un tetris semejante, destinado a nueve músicos, en el reducido espacio del porche de Can Jordi, sin cortar el paso al interior de la tienda por un lado, y a la sala de exposiciones y los aseos por el otro. Sin embargo, apareció Jules de Martino con varios técnicos más, organizando y colocando todo el instrumental con una clarividencia absoluta. Situaron la batería ladeada e incluso hubo que desmontar una vidriera más de las habituales para encajar al percusionista, con un bongo dentro y otro fuera.
Cuando lo tuvieron todo organizado, unas horas después, se hizo la prueba de sonido, que pasó completamente inadvertida. La formación iba equipada con un sistema inalámbrico de monitores en el oído y nadie pudo hacerse aún una idea clara de la calidad de sonido que gozarían un rato después. Una vez hechos los ajustes finales, la banda se recluyó en el backstage/almacén de bebidas de Can Jordi, donde tomaron cervezas y alguno incluso tomó el sol junto al camino de tierra, embadurnado de crema protectora. Pasó por allí el también artista británico Ben Howard con su familia, buen amigo de la casa, que compartió un rato de charla con sus paisanos y colegas.
Eran las 20,20 horas cuando la formación por fin salió al escenario. Para entonces, la cerveza fría que Vicent tenía de reserva en las cámaras del backstage ya se había terminado. En la terraza, un público impaciente en el que se mezclaban los habituales de la casa con fans de The Ting Tings, tanto británicos como locales, que llevaban escuchándolos desde sus orígenes y conocían al dedillo las canciones anteriores al álbum Home –el nuevo que se presentó y que se publicará en las plataformas digitales el 6 de junio–, y los singles que han ido saliendo como adelanto estos últimos meses. La formación ha experimentado una evolución extraordinaria, renunciando a una parte sustancial de los toques electrónicos e indies de los primeros años, para abrirse a una madurez tamizada de rock setentero, al estilo del que hacían grupos como Fleetwood Mac, The Eagles, Steely Dan, Supertramp o Bread, sus mayores influencias.
Lo demostraron ya con la primera canción, ‘Great Dj’, uno de los grandes éxitos de su primer disco, que también trasladaron a este mismo terreno estilístico mediante los arreglos, aunque manteniendo su característica melodía, letra y ritmo. Desde el principio, el impacto fue muy intenso para el público, por la calidad del sonido, las armonías vocales y el ensamblaje de los instrumentos. La banda, que es la misma que han llevado en sus últimos conciertos por Inglaterra y con la que harán la gira de presentación, funcionó como un reloj suizo desde esos primeros compases.
Fabulosos Katie y Jules a las voces principales y las guitarras acústicas –que Jules cambió en algún tema por una radiante Gibson SG–, y todos los demás; empezando por el prestigioso guitarrista de Chicago Nathaniel Murphy, una auténtica estrella del fingerpicking y la música de estilo americano, junto a Tim Sandiford (guitarra), Tim Oliver (teclados), Iain Hornal (bajo), Dan Young (percusión), Alex Reeves (batería) y Jessica Greenfield (coros). Un lujo para los sentidos porque, además de la música, impresionó la estética y prestancia de una banda de rock de primer nivel, sin la distancia de un gran escenario y toda la parafernalia que acompaña las giras.
En este sentido, la evolución de The Ting Tings también se supedita al marco. El grupo sólo había actuado una vez en la isla, en 2009, y lo hicieron en el Ibiza Rocks; es decir, en un hotel con piscina repleto de paisanos suyos de vacaciones. Ahora escogieron Can Jordi, que viene a ser como el epicentro y el gran icono del rock y el blues en la isla, completamente fuera de los circuitos turísticos. El yin y el yang. Sin duda, tiene que ver con el hecho de que la pareja formada por Katie y Jules se trasladaran a su casa de Ibiza en pleno coronavirus, con una hija de tan sólo semanas de vida, iniciando una nueva etapa en Santa Gertrudis, que hasta entonces sólo había sido segunda residencia. El concierto se fundió con su vida actual, mezclando el público que ahora les rodea y no necesariamente les conocía, con sus fans de siempre, que también abundan.
Tras la primera canción desgranaron el álbum Home prácticamente por completo. Siguió ‘Song for Meadow’, dedicada a su hija Meadow, que significa prado, por el verde de los montes ibicencos de los que se enamoraron la segunda vez que pasaron una larga estancia en Ibiza, en 2011. En aquella ocasión llegaron para trabajar en un nuevo álbum en el estudio de Henry Sarmiento (Sonic Vista Studios), muy cerca de la Station. Fue ahí cuando descubrieron Can Jordi y luego han ido volviendo esporádicamente. Un muro interior de la tienda, repleto de autógrafos de los artistas que pasan por el establecimiento, también albergaba una dedicatoria suya, que dejaron como recuerdo durante una de esas visitas. Pero faltaba la huella sonora, que ya ha quedado para siempre impresa en los corazones de quienes el jueves tuvieron el privilegio de verlos en acción.
Luego continuaron con ‘Good People Do Bad Things’, ‘Goodbye Song’ y ‘Winning’, todas preciosas, para hacer después un pequeño paréntesis con ‘Shut Up And Let Me Go’, volviendo de nuevo a su primer álbum. A partir de ahí, otro bloque con temas nuevos en el que entonaron ‘In My Hand’ y ‘Home’, la maravillosa canción que da nombre al álbum y que constituyó uno de los momentos estelares del recital. Tras ‘We Walk’, también del disco We Started Nothing, llegaron ‘Danced on the wire’ y ‘Dreaming’, nuevamente inéditas, para cerrar por todo lo alto y con el público a voz en grito, con ‘That’s Not My Name’, su gran éxito de 2007.
Fue una hora justa de concierto, que al público le supo a poco y al mismo tiempo a gloria, que es lo que ocurre con los buenos recitales, aunque duren tres horas, como sucede con los de Bruce Springsteen.

The Ting Tings (Can Jordi Blues Station). Foto: Joan F. Ribas
“Nuestra vida en Ibiza, con nuestra pequeña familia, ha sido un viaje de independencia y supervivencia ante una industria musical corrupta y rota. Hemos pasado tres años grabando el nuevo disco, centrándonos en nuestros instrumentos y armonías, y como residentes en Ibiza desde hace cuatro años, hemos querido traer este álbum a la isla. Ibiza tiene una larga historia y queremos reavivar la llama de la música en vivo y de los músicos, con nuestro estilo de rock suave, relajado y de yacht rock”, nos dijo Jules de Martino unas semanas antes del concierto. Una vez llegó el evento, corroboró estas sensaciones y sentimientos con todas y cada una de las notas que salieron de las voces y los instrumentos.
En Can Jordi ha habido conciertos insólitos, que ya han pasado a la memoria colectiva del público que frecuenta el establecimiento. Se pueden citar los dos del también británico Ben Howard, que ha triunfado por todo el mundo y quiso volver a tocar en la tienda a la que iba de niño, cerca de la casa de sus abuelos; los de los americanos Luke Winslow-King (con Soulman Sal y Jordi Juan) y Jonny Kaplan (junto a Rami Jaffee y Jessy Green de Foo Fighters), y los de los nacionales Julián Maeso, Josele Santiago, Los Brazos o The Kleejos Band (¡ojo que vuelven el 7 de junio a la Station!), entre otros, sin olvidar los maravillosos double trouble que hicieron The Frigolos y Uncle Sal.
Ahora, otra actuación inolvidable se suma a la historia de la Station y contribuye a que tan modesto bar-colmado se perpetúe como enclave mítico que ya es patrimonio de todos los ibicencos. Tanto el público como los músicos, ya sean locales como foráneos, acuden a su escenario para empaparse de la sensación de libertad y autenticidad que aquí se respira. El jueves volvió a ser mágico y quizás irrepetible; pero, por favor, que se repita.
¡Gracias a The Ting Tings y gracias a Can Jordi!
A continuación, una galería de imágenes del concierto, obra de Joan F. Ribas: